martes, 29 de julio de 2014

Carta XXVII

24/Jun/01


XXVII

Barcelona



Definitivamente a Barcelona le hacen falta taxis. Es imposible tomar uno y más si es de noche. Fueron cincuenta minutos intentándolo, eran ya las once y cuarto de la noche y no podíamos. Veníamos del fútbol.

Pero antes te platico, por la mañana realizamos (por fin) lo que fue nuestra última visita panorámica. Digo por fin, porque estamos hartos ya de las explicaciones. Extraño mucho la tecnología: mi internet en mi casa a la hora que me plazca, mi estero del carro con mi música, el microondas, el aire acondicionado y, claro y por mucho: las ¡costillitas bien asadas! aunque ese es otro tema. He encontrado a la gente de Barcelona más amable que en Madrid.

La mañana, como te dije, la dedicamos a la visita a la ciudad. Primero a la catedral que simboliza esta ciudad catalana. El arquitecto, Gaudí, que vino a revolucionar la arquitectura y que dejó su obra sin terminar. Se estipula que para el 2030 esté terminada por lo ambicioso del proyecto. ¡Si así, a medias, es sorprendente! Altas torres neo góticas, como auténticos picos, sumamente detallada por doquier, que da la impresión que sus paredes son grutas.



Ahí encontré en una escultura una serie de números en un cuadrado. Sumados esos números de arriba a abajo o viceversa, derecha o izquierda, diagonal, para donde sumes, te va a dar 33. Los años que tenía Jesús cuando murió. Tomé una pluma prestada y lo apunté en mi mano. Le será de mucho interés a mi padre.

Luego pasamos a la Villa Olímpica. Las instalaciones de Barcelona 92. Vimos el estadio, las canchas techadas y algunas otras cosas. Y vimos y vimos cosas: El parlamento, una catedral, gente bailando en las calles, calles, edificios antiguos, castillos, murallas. Demasiadas cosas para una sola mañana. Aunque me gustó y mucho todo lo que vi, mi mente estaba en otro lado. No sé en dónde: en México, la había olvidado en el hotel, alguien la había robado y llevado a Marruecos, o a las Islas Canarias, en Torreón, en algún metro canadiense, en el Polo Sur, en algún hipódromo de Los Ángeles, en San Buenaventura Coahuila, no lo sé, conmigo no estaba.



Terminó la visita y nos dejaron la tarde libre. Fuimos a comer paella. Y de la buena, pues me supo deliciosa. Mientras comíamos en la calle hubo una manifestación y la cosa se puso muy mal. Algo de la antiglobalización y peleaban policías contra jóvenes. La gente corría aterrada y los policías tras ellos. No queríamos salir del restaurante. El ser joven, en estos casos, es peligroso. Tlatelolco se aparecía con fuerza en nuestra mente. La gente en esa calle corriendo y siendo perseguida mientras que nosotros veíamos la escena a través de la ventana. Y comíamos. Luego los jóvenes se fueron, la ambulancia se llevó a algunos heridos y la policía permaneció allí.

Teníamos la tarde libre. Como dije, era nuestro último día en Barcelona. Domingo. Un mundo de posibilidades por hacer el resto del día.

-Quiero ir al hotel y echarme toda la tarde- dije.

-Yo igual- dijo Adrián

-Y yo- dijo Manuel

Así que indiferentes hacia la ciudad, volvimos al hotel. No dábamos más. El tour nos dejó liquidados, no podíamos más. Además, queríamos descansar porque adquirimos boletos para en la noche ir al fútbol. Ya dentro de nuestra habitación, me bañé de nuevo, me puse cómodo, dormí, vi tele, dormí y me terminé el primero de mis libros nuevos. ¡Estas sí que son vacaciones!

Noche ya, tomamos un taxi y nos dirigimos al estadio Camp Nou, donde juega el gran y legendario y mítico Barcelona. Se enfrentaría al Celta de Vigo, en la semifinal de la Copa del Rey. Al arribar, el estadio nos impresionó por su magnitud. Después aparecieron muchas de las grandes figuras del fútbol mundial: Kluivert, Guardiola, Luis Enrique, De Boer, Overmans, Zenden, Cocu. Jugadores que sólo puedo ver por la televisión (TE-LE-VI-TION) y ahora los tenía ahí, jugando para mí.




Empate a un gol fue el marcador final. El resto ya lo sabes, la historia del taxi. Después, como todas las noches, llegamos a dormir.




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