martes, 29 de julio de 2014

Carta XXVIII

25/Jun/01


XXVIII


Barcelona-Madrid


El final de estas Cartas ha llegado, junto con el final de muchas cosas. Es la culminación de un sueño. Un sueño europeo. El final de una realidad fantástica también, pues volveremos a la rutina de los calurosos día a día. Es de noche y mañana temprano tomaremos el avión y viajaremos todo el día y toda la noche para volver a Torreón.

Incluso ha terminado esta libreta. Tú las recibirás por email, leyéndolas en la computadora, o quizá publicadas en algún libro futuro, pero fueron escritas a mano, a altas horas de la noche y ahora mismo te escribo esto en la contraportada de cartón de la libreta, pues se me han terminado las hojas.
Fue hasta en la tarde que llegamos a Madrid. Hemos vuelto después de 28 días. Tras recorrer 8300 kilómetros en camión y en ocasiones en barco, por toda Europa Occidental.

Cuando aún nos encontrábamos en el camión, esperando a que pasara el tiempo, como siempre, vi mi reflejo en uno de los círculos de mis lentes negros. Dicen que tengo una cara trágica. Vi mi reflejo y luego vi el paisaje, me aburrí y me puse a leer. Luego dije algo a Adrián y ya no recuerdo qué más hice. Pero así son los largos viajes en autobus. Esperar, esperar, esperar y hacer lo que se te ocurra. O no hacerlo.

Ya en el hotel de Madrid, nos despedimos tristemente del resto del tour. De Carmen, nuestra guía y de Juan, el chofer, con quien hicimos amistad. Era el mismo hotel del primer día y todo nos pareció tan conocido que ya nos sentíamos en casa. La misma calle, los mismos edificios, incluso el mismo restaurante en donde comimos el primer día.

Aún nos quedaba una tarde entera de compras una vez que hubimos llegado a Madrid. Bueno, les quedaba a mis primos. Han comprado cantidades impresionantes de ropa. Ropa, ropa y ropa. Yo me senté en una tienda y me puse a observarlos con mucho ahínco. ¿Qué era lo que había ahí?, ¿Cuál era el gran secreto? No entendía tanta concentración y cuidado en la elección de ropa. Una de las cosas que más odio es probarme ropa. Lo detesto. Y ellos se probaban y probaban y decidían y a veces no y buscaban más ropa.

- Quizá en la ropa esté el secreto- pensé

- Quizá ahí han encontrado la clave- seguía pensando.

Si en la ropa está, será muy difícil para mi. Los tres parecían que sabían muy bien lo que hacían. No se les veía nerviosos ni tensos. Seguí observándolos: Manuel, como siempre, bastante selectivo, a todo le ve un "pero" pero termina comprándolo todo. Él ha tenido muchas novias y todas han sido relaciones duraderas. Noviazgos ejemplares los de Manuel; Adrián, con su elegancia y siempre buscando lo más caro. Las mujeres siguen a Adrián por su forma de bailar y además es seguro que volverá con su ex novia; Andrés, pues sigue siendo Andrés.

Pero Andrés estaba indeciso y a la vez frustrado porque la chaqueta que eligió le quedaba bien, pero las mangas le quedaban muy largas. Entonces Andrés se rascaba la cabeza y se veía en el espejo y se quitaba la chaqueta y se la volvía a poner. Tenía un serio problema, las mangas eran largas. Así que le llame, vino, tome las mangas y las doblé hacia dentro y asunto arreglado. Andrés compró finalmente su chaqueta. Y yo había hecho felices a cuatro personas: A Andrés, porque pudo comprar su chaqueta que tanto le gustaba; a la vendedora, porque vendió algo; al dueño o dueña de la tienda, o extraterrestre, o gladiador, o marroquí ¿qué se yo?, pero es quien finalmente se lleva las ganancias de la tienda; Y, y, la cuarta persona, ¿eh?, bueno, alguna persona más se debió haber puesto feliz, ¿no?

Así que probablemente la ropa era la solución, el remedio, la clave. Yo no había tenido tanto éxito con mis cosas. Llevo dos años y medio tratando de conquistarla y todo lo que he intentado ha salido mal. Y lo que me ha salido bien, con el paso del tiempo, lo echo a perder. Y todo sigue estando mal. Ella no tiene idea de qué tanto la quiero. Incluso piensa que sólo quiero jugar con ella y con todas las demás. Alguna vez me llamó patán. Espero llegue el día que tenga la certeza de lo que realmente sucede. Que sea consciente de ello. Que lo sienta de verdad.

Bueno, ese es otro asunto.

Horas después volvimos al hotel a pasar nuestra ultima noche europea. Las compras hechas y la maleta también. Habíamos cenado y teníamos tiempo sin ir al baño, pues pasamos todo el día en la carretera y en la calle. De modo que gustozos hicimos.

Como te dije, es de noche y sólo esperamos a que amanezca para volver a casa. Recuperaremos las siete horas que nos robaron hace un mes y diremos adiós a Europa.

Y yo te digo hasta pronto.

Y de nuevo te doy las gracias por haber compartido conmigo esta aventura. No sé cuándo será la próxima, incluso ésta podría ser la última. Porque no pienso escribir en mi luna de miel. Aunque sinceramente no creo que mi próximo viaje sea mi luna de miel. Quien sabe. Pero de verdad gracias por la paciencia, por tomarte el tiempo y por ser partícipe de este sueño cumplido. Algo cambió en nostros después de los lugares que conocimos y quizá también algo haya pasado en ti. Fuiste de mucha ayuda en mis noches solitarias, me hubiera vuelto loco sin escribirte. Gracias de nuevo.

Bueno, y como a veces digo, eso fue todo.





Agapo Buendía

Junio del 2001






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Carta XXVII

24/Jun/01


XXVII

Barcelona



Definitivamente a Barcelona le hacen falta taxis. Es imposible tomar uno y más si es de noche. Fueron cincuenta minutos intentándolo, eran ya las once y cuarto de la noche y no podíamos. Veníamos del fútbol.

Pero antes te platico, por la mañana realizamos (por fin) lo que fue nuestra última visita panorámica. Digo por fin, porque estamos hartos ya de las explicaciones. Extraño mucho la tecnología: mi internet en mi casa a la hora que me plazca, mi estero del carro con mi música, el microondas, el aire acondicionado y, claro y por mucho: las ¡costillitas bien asadas! aunque ese es otro tema. He encontrado a la gente de Barcelona más amable que en Madrid.

La mañana, como te dije, la dedicamos a la visita a la ciudad. Primero a la catedral que simboliza esta ciudad catalana. El arquitecto, Gaudí, que vino a revolucionar la arquitectura y que dejó su obra sin terminar. Se estipula que para el 2030 esté terminada por lo ambicioso del proyecto. ¡Si así, a medias, es sorprendente! Altas torres neo góticas, como auténticos picos, sumamente detallada por doquier, que da la impresión que sus paredes son grutas.



Ahí encontré en una escultura una serie de números en un cuadrado. Sumados esos números de arriba a abajo o viceversa, derecha o izquierda, diagonal, para donde sumes, te va a dar 33. Los años que tenía Jesús cuando murió. Tomé una pluma prestada y lo apunté en mi mano. Le será de mucho interés a mi padre.

Luego pasamos a la Villa Olímpica. Las instalaciones de Barcelona 92. Vimos el estadio, las canchas techadas y algunas otras cosas. Y vimos y vimos cosas: El parlamento, una catedral, gente bailando en las calles, calles, edificios antiguos, castillos, murallas. Demasiadas cosas para una sola mañana. Aunque me gustó y mucho todo lo que vi, mi mente estaba en otro lado. No sé en dónde: en México, la había olvidado en el hotel, alguien la había robado y llevado a Marruecos, o a las Islas Canarias, en Torreón, en algún metro canadiense, en el Polo Sur, en algún hipódromo de Los Ángeles, en San Buenaventura Coahuila, no lo sé, conmigo no estaba.



Terminó la visita y nos dejaron la tarde libre. Fuimos a comer paella. Y de la buena, pues me supo deliciosa. Mientras comíamos en la calle hubo una manifestación y la cosa se puso muy mal. Algo de la antiglobalización y peleaban policías contra jóvenes. La gente corría aterrada y los policías tras ellos. No queríamos salir del restaurante. El ser joven, en estos casos, es peligroso. Tlatelolco se aparecía con fuerza en nuestra mente. La gente en esa calle corriendo y siendo perseguida mientras que nosotros veíamos la escena a través de la ventana. Y comíamos. Luego los jóvenes se fueron, la ambulancia se llevó a algunos heridos y la policía permaneció allí.

Teníamos la tarde libre. Como dije, era nuestro último día en Barcelona. Domingo. Un mundo de posibilidades por hacer el resto del día.

-Quiero ir al hotel y echarme toda la tarde- dije.

-Yo igual- dijo Adrián

-Y yo- dijo Manuel

Así que indiferentes hacia la ciudad, volvimos al hotel. No dábamos más. El tour nos dejó liquidados, no podíamos más. Además, queríamos descansar porque adquirimos boletos para en la noche ir al fútbol. Ya dentro de nuestra habitación, me bañé de nuevo, me puse cómodo, dormí, vi tele, dormí y me terminé el primero de mis libros nuevos. ¡Estas sí que son vacaciones!

Noche ya, tomamos un taxi y nos dirigimos al estadio Camp Nou, donde juega el gran y legendario y mítico Barcelona. Se enfrentaría al Celta de Vigo, en la semifinal de la Copa del Rey. Al arribar, el estadio nos impresionó por su magnitud. Después aparecieron muchas de las grandes figuras del fútbol mundial: Kluivert, Guardiola, Luis Enrique, De Boer, Overmans, Zenden, Cocu. Jugadores que sólo puedo ver por la televisión (TE-LE-VI-TION) y ahora los tenía ahí, jugando para mí.




Empate a un gol fue el marcador final. El resto ya lo sabes, la historia del taxi. Después, como todas las noches, llegamos a dormir.




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Carta XXVI

23/Jun/01
XXVI


Niza-Barcelona



El viaje está por terminar. La culminación de un sueño. Un sueño que dentro tuvo otros sueños y otros más que fueron apareciendo con el transcurso de los días. Hemos vuelto a España, aunque seguimos en el Mediterráneo. Ha sido un día más de carretera. Dejamos Niza y Francia a las siete y media de la mañana para arribar a Barcelona hasta las cinco de la tarde.

Un Barcelona que nos recibe con los brazos abiertos. Muy abiertos, porque necesitábamos ya del idioma español (aunque aquí también se habla catalán) y porque los precios son muy bajos. Haciendo buen uso de nuestra costumbre de compradores compulsivos, y al saber ya con certeza de cuánto dinero disponemos, ¡de compras! Y para eso, ¡el maravilloso Corte Inglés de España!

Como era de esperarse, mis primos fueron por la ropa. Adrián incluso se compró un traje. Es raro que yo compre ropa. Con buen techo, buena comida, buenos libros y lo más importante, una buena mujer, el hombre puede vivir como rey. Cuando compro ropa es porque me la encuentro y me gusta, pero nunca voy en su búsqueda.

Yo me dirigí a mi paraíso: mis libros. Adquirí un tesoro que brilla por sí solo, pues es una joya: un libro gordo de Stanley Kubrick, muy completo y que será de gran ayuda para mi tesis. Muy pesado, también. Además compré la nueva versión del Diario de Ana Frank, es la última edición, la definitiva, incluidas las páginas que su padre censuró y que, al morir éste, ya las han publicado. Y, por supuesto, me surtí de mi escritor favorito, Bukowski. Me hice de 6 libros del buen Buk: "Pulp", "Mujeres", "Música de Cañerías", "Cartero", "Shakespeare nunca lo hizo" y "El Capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco". Ocho libros en total a quince mil pesetas, algo así como ochocientos pesos. En México uno sólo me hubiese costado más de doscientos pesos, así que puede decirse los conseguí a mitad de precio.

Yo me limité a mis libros, terminé pronto y en lo que ellos se medían y probaban, hojeé mi adquisición que más se me antojaba. Pasó el tiempo, mucho. Manuel cargaba con bolsas llenas de ropa nueva. Andrés con bolsas y bolsas. Adrián bolsas y bolsas y bolsas. Y dicen que mañana van por más.

Mientras tanto yo peleo con mi maleta. Es un gran duelo. Ellos han ido a jugar billar en algún cuarto de juegos aquí en el hotel, pero yo he querido quedarme solo en el cuarto. Bastante falta que me hacían, las dos cosas: quedarme sólo en mi cuarto y la soledad. Aunque se parezcan mucho, son dos cosas distintas. Ya te explicaré la diferencia después. Si me conoces, sabes que procuro la soledad y sino la busco, ella se encarga de buscarme. Extraña esta amiga, la soledad.

Sucede que los cuatro hemos estado impresionante y demasiado tiempo juntos durante veintitantos días. Necesitaba un respiro, moverme libremente por el cuarto, no tener qué decir nada, no sonreír, estirarme, bailar frente al espejo, cantar, tirarme un pedo (o dos), bañarme largo tiempo, si quiero, cambiarle a la televisión sin sentido alguno, quedarme viendo a la pared o al techo sin tener que explicar por qué hago eso. Y claro, escribirte.

Esta noche he vuelto a hacer mi maleta. Creo me ha quedado bien aunque ya pesa bastante. Espero no 
tener problemas con la aduana. Cruza los dedos a mi favor.

Mientras tanto estaré solo un rato más, supongo Manuel tardará otras dos horas. Estaré viviendo el momento, en Barcelona. Leyendo, pensando y escribiendo.


Afuera hay ruido. Se escucha alboroto en las calles y los cohetes truenan, pues es la fiesta de San Juan.