11/Jun/01
XIV
Frankfurt-Freiburg-Luzerna-Zurich
Hoy cumplimos dos semanas desde que llegamos a
tierras Europeas. Esta mañana iniciamos el tour con gente nueva. Extrañaremos
sin duda a nuestros viejitos, aunque quedan algunos conocidos. Sin duda, la
ausencia de Antonio es la que más echaremos en falta.
Y al ser estos días impresionantemente llenos de
carretera, es más agudo el cambiar de vecinos en el camión. Lo bueno es que ha
quedado más espacio dentro, mucho más. Tanto, que cada uno de nosotros cuatro
se cambió de lugar y ya tenemos cada quien dos asientos. Tras catorce días, es
un alivio no ver todo el día la cara de Manuel a mi lado. Ahora podré estirar
las piernas, leer sin que me estén preguntando qué estoy leyendo y mejor aún,
escribir con privacidad. Aunque no lo creas, escribir con privacidad es una de
las cosas más difíciles de lograr. Apenas la gente ve que escribes algo que
sale de ti e inmediatamente van todos a meterse.
Nos despedimos muy temprano de Frankfurt. Hoy
fue una mañana lluviosa y con algo de niebla. Parecía que iba a ser un día típico
europeo en cuanto al clima se refiere, pero cerca de las once salió el sol con
toda su potencia.
Antes del mediodía entramos a Freiburg, la última
ciudad alemana que visitaremos. Es demasiado pequeño, pero con una inmensa
catedral. Gótica también, con sus vitrales policromados, impresionantes. La
catedral absorbió nuestra atención, la estudiamos por dentro y por fuera y el
tiempo sin darnos cuenta se nos esfumó. Aunque hay que decir que el resto de la
ciudad no ofrece mucho. Pues es todo demasiado moderno, por lo que te conté de
la guerra.
Quizá te moleste un poco o te llame la atención
que te hable tanto de Catedrales, pero en cada ciudad, es el punto de partida
en varios aspectos. Dependiendo del estilo en el que esté construida la
catedral, así será la arquitectura de cada ciudad. Casi todas las ciudades se
comenzaron a construir a partir de sus Catedrales, así que también serán las
partes más interesantes y antiguas por visitar. La Catedral va a regir muchas
cosas y por eso es lo que primero visitamos siempre.
Una vez fuera de la Catedral, nos dimos cuenta
que un olor muy exquisito, llamativo y provocador, entraba por nuestros
delicados y finos orificios nasales. Eran salchichas alemanas. Rojas, gordas,
grandes, dobladas, llenas de grasa, doradas, sudorosas, masticables. Nuestro
estómago, también delicado y fino, comenzó a emitir sonidos extraños y a
dirigirse al puesto de aquellas salchichas en contra de nuestra voluntad.
Aquello para nuestro sentido gustativo, muy fino y delicado, dicho sea de paso,
fue algo incontrolable. De modo que nos acercamos al puesto y pedimos y
pedimos. Yo, que como poco, pedí por tercera vez, al igual que Andrés… y no es
rima.
Comidos, llenos y contentos, regresamos al
camión. Llegó el momento de los paisajes germánicos. Bosques, cielos, algunas
precipitaciones. Como imágenes de tan imposibles rompecabezas y con lo caros
que son, pues así se nos ofreció la vista.
Cruzábamos los Alpes, llenos de pinos. Pinos
verdes, claro. Niebla en los picos de las montañas. La panorámica era
espectacular. Tuve que decidir entre ver el paisaje y el espectáculo cabeceador
entre Adrián y Andrés, este último con la boca abierta. O la sinfonía
ronquídica de Manuel, porque lo hace con verdadero ritmo.
La vista era inmejorable. Más porque el sol,
ante la ausencia de nubes, alumbraba todo y se podían ver más montañas que de
costumbre, según palabras de la guía. El color tan blanco de la nieve de
montaña, resplandecía y llamaba la atención de quienes estábamos despiertos. Me
quedé apreciando el blanco de la nieve, tan lejana y tan alta, allá lejos en la
montaña, con calma, con paz, limpiando mi tan oscura conciencia.
Tantos días ya con sus caminatas, sus levantadas
a horas tan crueles, las crudas mal curadas y la tensión de visitar tantos
lugares en tan poco tiempo, provoca que el dormir en el camión sea increíblemente
fácil. Suelo batallar mucho para dormir. Tanto en mi cama como en cualquier
lado. Conciliar el sueño me es tarea difícil. Aquí, me siento en el camión y
duermo de inmediato. En el hotel es igual y a todos les sucede lo mismo. Es más
difícil mantener los ojos abiert zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz abiert
aaaaaaaajjjuummmm abiertos, que dormidos… digo que cerrados.
La frontera suiza nos recibió con amabilidad.
Confieso que estaba algo nervioso porque Suiza no pertenece a la Comunidad
Económica Europea y se manejan distinto. Con mi pleito a muerte con migración,
comencé a imaginarme cosas negaticas, pero ni nos pelaron cuando cruzamos la
separación de ambos países. El chofer saludó al policía de migración que con un
saludo de cabeza nos permitió seguir nuestro camino sin saber quién venía o
quién dormía o quién callaba.
Después de pasar por la Selva Negra, que no
tiene nada ni de selva ni de negra, llegamos a Luzerna. Según dicen, es la
ciudad más bonita del pequeño país suizo. Y probablemente lo es con sus pequeñas
y muy antiguas calles. Extremadamente limpio. Un enorme lago brilloso en el que
nadan patos y cisnes. Al fondo, el Monte Pilatos, que es una enorme montaña
cubierta de nieve y que se encuentra a las orillas del lago, que provoca su
reflejo en el mismo. Palomas, decenas de palomas, por doquier, aunque de cuando
en cuando atacan al despistado de Andrés.
También hay un río, al que lo cruzan cuatro
puentes. Dos muy antiguos de madera y otros dos, no tan antiguos, de hierro.
Cruzamos los cuatro puentes nada más por no dejar, a manera de zig zag. El
cielo blanquiazul, algo nublado y un frío agradable. Suiza.
Seguimos paseando. Nos estusiamó mucho el lugar.
En una tienda lujosa, encontramos colgando un letrero que decía en diferentes
idiomas:
"La mujer necesita de cuatro animales para
ser feliz: Un Bisonte en el cuello; Un Jaguar en la cochera; un Tigre en la
cama y un Burro que se lo pague todo"
Aunque pícaro, me pareció tonto exponerlo ahí. Porque
está en la puerta de una tienda para mujeres. Si yo voy con mi novia o esposa a
una tienda con un letrero así, cuernos que entro, menos con ella y mucho menos
que le compro algo.
Bueno, en fin, no importa. Sólo que llamó mi
atención.
Después de 5 horas de caminatas, tuvimos que
regresar al camión. Debo decirte que Luzerna ha sido por mucho uno de los
lugares que más me ha gustado de este viaje, junto a París y Brujas. Lástima de
tan poco tiempo que nos dieron para conocerlo. Ya instalados en nuestro asiento:
dormir y leer, leer y dormir. Y paisaje, claro.
Entramos a Zurich. Llegamos muy noche y venimos
directo al hotel. Manuel ya duerme y seguro entre sueños espera ansioso a que
acabe de escribirte y apague de una buena vez la luz. Por eso me estoy tardando
más, para que se enoje y de la nada explote en gritos. No es cierto, Manuel no
es así y mis párpados se cierran ya irremediablemente. Yo tampoco doy más.
Han sido días largos, pesados, interesantes y
activos. Se escucha el murmullo en la otra habitación. Seguramente Andrés y
Adrián están peleando de nuevo. Mañana saldremos rumbo a Austria.
Bueno, Manuel ya me regañó de a de veras, debo
apagar la luz.
¡Click!
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